Durante la segunda Guerra Mundial, las potencias contendientes luchaban por crear una bomba nuclear que acabase con el enemigo e hiciese ganar definitivamente la guerra. Entre las filas alemanas, en 1938, el joven y brillante premio nobel Werner Heisenberg acepta dirigir el proyecto nuclear nazi con otros científicos de primer nivel, como Otto Hahn, Carl Friedrich von Weizsäcker y Max von Laue, entre otros. En una carta enviada a los americanos en mitad de la guerra, el también físico alemán Fritz Houtermans afirmaba que: "Heisenberg trata de retrasar el progreso del proyecto lo máximo posible, temiendo las catastróficas consecuencias del éxito". La pregunta que todos se hacían era: ¿Estaba Heisenberg boicoteando el proceso deliberadamente?
Cuando el fin de la Segunda Guerra Mundial estaba ya cerca, los estadounidenses capturaron a los científicos que estaban trabajando para los alemanes, y los encerraron a todos juntos en una casa de la campiña inglesa (Farm Hall), cerca de Cambridge, llena de micrófonos espías para poder saber hasta dónde habían llegado las investigaciones alemanas.
Mientras permanecían en aquella casa, el 6 de agosto de 1945, la aviación americana lanza la bomba atómica en la ciudad japonesa de Hiroshima. Los científicos alemanes confinados en Farm Hall se enteraron mediante un pequeño transistor y, a la noche siguiente de haberlo escuchado, Heisenberg presentó a sus compañeros un estudio detallado de la cantidad de uranio que debían de tener las bombas atómicas, junto con su diseño y su masa crítica. Sorprendentemente, Heisenberg se acercó a la realidad con enorme precisión, lo cual hace pensar que durante su trabajo como físico al servicio del Reich evitó todo lo que estuvo en su mano desarrollar la bomba atómica. En solo dos días, a partir de una noticia radiofónica, Heisenberg se había acercado más a la verdadera solución que en todo el tiempo que había estado trabajando para los nazis. Tras la Guerra, ante la superioridad de los Estados Unidos, todos los estudios teóricos de Heisenberg quedaron en el olvido.
El científico alemán Otto Hahn, descubridor de la fisión del átomo de uranio, Premio Nobel de Química en 1944 y considerado como fundador de la química nuclear, al enterarse junto a sus compañeros de que Hiroshima había sido arrasada por una bomba atómica, sintió entonces una profundísima culpabilidad. Sus investigaciones sobre la fisión del uranio habían acabado por utilizarse para producir una terrible masacre. Tal fue su desazón que, al escuchar la noticia en la radio, salió corriendo de la casa en la que se encontraban sus compañeros y se lanzó al exterior en el intento de abrirse las venas con los alambres de espino que rodeaban el campo. Una vez que sus compañeros lograron disuadirle, el viejo profesor les hizo, desolado, la siguiente confesión: "Acabo de advertir que mi vida -en su conjunto- carece de sentido. He investigado por puro deseo de revelar la verdad de las cosas, y todo aquel saber científico acaba de convertirse en un enorme poder aniquilador". (Cfr. López Quintás)

“Hoy la guerra no es la continuación de la política por otros medios. En una guerra de bombardeo no hay vencedores ni vencidos."
Otto Hahn
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